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Raquel Lanseros

Habita entre nosotros, aquí en la ciudad de Murcia, Raquel Lanseros, leonesa de Jérez de la Frontera , y ciudadana del mundo, al que puede conquistar en varios idiomas. Y es poeta. Nada menos que un Accésit del Adonáis obtuvo el año pasado, 2005. Ya el incansable Fulgencio Martínez nos la descubrió en Ágora, de la mano de Ángeles Moragues. Ahora, me hago con su libro premiado, Diario de un Destello. Y lo leo. Y lo releo, porque como toda almendra sabia, precisa de buen diente para descascarillar la corteza, y dar con la sabrosa, recia pulpa buscada.

Raquel es poeta de decir extenso, libre y ubérrimo, al servicio de unos contenidos que integran tanto su yo, como su entorno. En tres apartados colecciona Raquel los poemas de este libro: Luces en la Rendija , acaso el más enigmático; Tres Antorchas, donde rinde homenaje a tres figuras admiradas, en un cálido tono épico que asume coordenadas líricas, tanto del personaje cantado, como del cantor, ella misma. Y Alrededor de la Hoguera , donde se explaya el amor humano, pleno de verdad, exquisita sensualidad y acertada dicción, perspectivado desde el más auténtico yo: única perspectiva válida. Los tres conforman una sola voz, plena de madurez, conocimiento y equilibrio expresivo, que componen la inequívoca credencial de poeta auténtica. Quizá, una de las señas propias de Raquel estriba en el magistral uso de la herramienta surrealista, de la imagen imprevista; pero no al servicio de la sorpresa, infantil y vacuo empeño, sino de la propia necesidad expresiva. De esa manera, los versos de Diario de un Destello fluyen amenos, porque no se nos va el nous comunicado, y porque nos saltan sus versos, como ágiles lebreles en pos de la presa, dentro de la imaginación nuestra de lectores. Lectores que no abdican de su derecho a degustar el ingenio, y a reconocer su valor. Leer a Raquel es como cabalgar un potro desbocado, pero al que, al cabo, conseguimos domeñar. Alcanzar su mensaje es grata ocasión, acaso intensificada por el esfuerzo creador que los escribiera, bien dosificado y rendido siempre ante la inspiración, no ante el oficio o el recurso. Destaquemos, entre otros, el poema Invocación, donde el yo poético promete no cejar en el empeño luminoso de la ilusión, aun contando con el inevitable tiempo de plomo que llegar pudiere. Entre las tres antorchas, señalemos el dedicado al maquis, Yago Bazal, descendido de los montes aún libres de la España de postguerra, para yacer con su amor, al desamparo de la noche oscura y fría. Sobre los poemas de amor, no cabe, entiendo, destacar rosa ninguna del ramo de rosas, tersas, firmes y espléndidas, que son los nueve poemas, que como nueve llamas de la hoguera del título, fulgen hacia el final de este poemario tan acertadamente premiado, en este preciso certamen, a descubrir nuevos y auténticos valores destinado. Vale.

06/11/2006 14:02:59