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Dulcísimas hebras de oro.

Encontramos en la literatura de Jesús Cánovas, muy a menudo, claras referencias a sus preocupaciones de orden filosófico, que suelen emerger en sus textos poéticos y que en este pequeño libro de cuentos, en esta exquisita miniatura narrativa identificamos muy pronto junto a su condición de escritor lírico, rasgos que enriquecen, sin duda, y le otorgan profundidad a la mera anécdota: He observado los rostros de la gente; me detengo, los escruto. Y en todos ellos encuentro amargura

El sesgo crítico junto a la sátira y un sentido del humor particular atraviesan buena parte de estas páginas, que se inician con un hermoso canto a la belleza y a la juventud, en la persona de Anabel, la adolescente por la que el profesor que nos cuenta la historia en primera persona casi pierde la cabeza: Anabel es grácil; sus manos ovales de dedos largos y finos expresan una espiritualidad delicada que aletea cuando manejan lápices o bolígrafos. La obsesión del docente limita casi con la locura, aquejado como está por el influjo que el atractivo patente de sus alumnas ejerce en él de manera inmediata. Aunque Anabel es especial, la elegida de entre todas para un acto de pasión único y peligroso que incluye el asesinato: Después de matarla, me mataré yo también; el amor exige un ritual sangriento; exige sangre, muerte. La hipérbole romántica constituye un guiño y un homenaje, que el poeta no duda en llevar a cabo con la soltura de una prosa, avezada en anteriores libros de versos, donde realmente se curte cualquier escritor importante. Jesús Cánovas maneja con desparpajo una lengua rica y plena de imágenes, adecuada para un relato, que prefiere la forma al argumento mismo: Hay dolor, pero ahora no se siente. Mas¿ duele la noche, duele la lluvia, duele la vida¿ Y quiero beber más. El lamento dolorido del enamorado constituye el emblema de un amor insatisfecho y, tal vez, ideal; una corriente erótica que fluye bajo las páginas de esta obra y va impregnando las palabras de un escritor que conoce el medio en el que se mueve. El monólogo interior, como técnica narrativa dominante, ayudado de una alta densidad poética crean una atmósfera de irrealidad y extravío, que transporta al lector a territorios de ensueño. La conclusión final nos llega en términos arrebatadoramente desesperados, una vez que el protagonista y narrador, al que su mujer termina abandonando, ha atravesado un particular purgatorio amoroso: Lo puedo matar todo: al mundo y a los otros, a cualquier otro, pero no te puedo matar a ti; no puedo matar el amor. El diálogo que entabla el narrador con un tú imaginario, el tú que corresponde a la amada, nos recuerda de un modo inevitable, junto al carácter versal del título, a los viejos poemas petrarquistas, a la lírica amorosa, en la que no falta la idealización absoluta de la amada y la queja ineludible del poeta como una máxima cultural que se repite. Jesús Cánovas combina esta retórica literaria de raíz culta con imágenes de inspiración luctuosa en un intento por ahondar en lo peor de la condición humana, en sus muchos contrasentidos, sin olvidar la ironía, el poderoso aliento de sus muchas lecturas poéticas: ¿Por qué será que los ojos se me llenan de muerte si pienso en ti? Nos hallamos, seguramente, ante un notable ejercicio narrativo, propio de un escritor culto, diestro en los usos de la historia de la literatura y conocedor de las ideas filosóficas, que, llevado de su buen talante y de su extraordinaria humanidad, nos invita a regocijarnos con unos cuentos de una intensidad, no exenta de cierto desenfado y de un aura humanista excepcionales. Pascual García TÍTULO: DULCÍSIMAS HEBRAS DE ORO AUTOR. JESÚS CÁNOVAS EDITORIAL: TRES FRONTERAS

15/09/2010 22:24:01