AMPLIACIÓN CONTENIDO

Un cósmico temblor de escalofríos.

Los catedráticos Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco, en su línea de constante actividad (pocos docentes tan laboriosos y brillantes como ellos en el mundo universitario español), acaban de lanzar este volumen donde se recopilan artículos sobre diversos aspectos relacionados con Miguel Hernández, poeta del que celebramos centenario en este 2010. El volumen, financiado por la Fundación Cajamurcia, se aproxima a las cuatrocientas páginas y contiene estudios de gran mérito e interés. El profesor Juan Cano Ballesta, de la universidad de Virginia, nos entrega su reflexión «Miguel Hernández y las artes plásticas (Vuelta a las raíces telúricas)», donde analiza el modo en que el poeta de Orihuela observaba las cosas de su entorno, con su «aguda mirada, casi de carácter pictórico» (pág.82), y más todavía desde que se aproximó a los componentes de la llamada Escuela de Vallecas, en la que trabajaban pintores como Maruja Mallo y Benjamín Palencia, y escultores de la talla de Roberto Sánchez.

Por su parte, el profesor Francisco Díaz de Castro, de la universidad de las Islas Baleares, le rinde un hermoso tributo en su trabajo «Miguel Hernández y las poéticas del 27» a un poeta «ligado a mi educación sentimental y literaria desde que lo descubrí, en 1965, entre los libros prohibidos de la trastienda de una librería valenciana» (pág.136); y al que evita adscribir a ningún grupo concreto, señalando con perspicacia que se trata de una figura de transición y un agente de cambio, más que miembro de una generación (pág.156). En otro orden de análisis, el profesor Francisco Florit Durán, de la universidad de Murcia, analiza la figura del gran poeta oriolano relacionándolo con la tradición áurea y el homenaje que Hernández rindió a Garcilaso con el poema «Égloga» (junio de 1936), que el profesor Florit compara adecuadamente con el soneto XI del vate toledano. José Carlos Rovira, catedrático de la universidad de Alicante y encargado de coordinar el comité ejecutivo de la Comisión Nacional del centenario del poeta, nos comenta brevemente sus impresiones sobre «Miguel Hernández y el itinerario hispanoamericano»; es decir, sobre el influjo inicial que figuras como Pablo Neruda o Rubén Darío pudieron tener sobre el autor de «El rayo que no cesa». La profesora Virtudes Serrano, de la universidad de Murcia, se detiene en las figuras de María Cegarra, Carmen Conde y Antonio Oliver Belmás, para preguntarse de qué modo y con qué intensidad pudieron influirse entre sí estos escritores, crecidos en un triángulo muy pequeño (Orihuela, La Unión y Cartagena). El catedrático Mariano de Paco, por su parte, analiza el curioso asunto de «Miguel Hernández, personaje dramático», en las obras de Jósant Ferrándiz Hernández, Villanueva Cosse, Adriana Genta y Augusto Thassio; y nos cuenta con todo detalle cómo ha sido visto el poeta oriolano por algunos creadores escénicos. Para completar el volumen, el catedrático Francisco Javier Díez de Revenga (el otro responsable de la edición) opta por hablarnos en su texto de «Miguel Hernández y los poetas españoles de posguerra» (págs.157-176) y nos conduce a través de las influencias que el oriolano ejerció sobre nombres tan diferentes como Aleixandre, Jorge Guillén, Victoriano Crémer, Gabriel Celaya, García Nieto o José Agustín Goytisolo. Pero quizá lo más conmovedor sea el párrafo con el que abre su análisis, auténtico monumento escrito por un enamorado de la literatura: «La fama de un poeta es insegura y está sometida a tensiones muy diversas. Si el poeta ha muerto en circunstancias muy penosas, y además tal hecho ha ocurrido en plena juventud, su fama se agranda ante una posteridad conmovida. Pero si ese poeta, además, ha sido un excelente poeta, original e inspirado, el clamor se hace universal. La historia más negra de la literatura española tiene ejemplos de caídos muy jóvenes, desaparecidos por la violencia de la guerra, que perdieron la vida y alcanzaron fama imperecedera. Pensemos en Jorge Manrique, en Garcilaso de la Vega, en José Cadalso, muertos en acción de guerra; pensemos en Federico García Lorca, asesinado alevosamente. Pensemos, sin duda, en Miguel Hernández, muerto en una prisión franquista, muy enfermo y sin atención médica adecuada, cuando tan sólo tenía treinta y un años». Dieciocho trabajos contiene este tomo. Y en todos se pueden aprender cosas acerca de uno de los mejores poetas de su tiempo. No es un mal balance, ni muchísimo menos. Rubén Castillo Gallego. Título: Un cósmico temblor de escalofríos. Autor: Varios (edición a cargo de Francisco Javier Díez de Revenga y Mariano de Paco). Editorial: Fundación Cajamurcia. Páginas: 368. Encuadernación: Tapa blanda. ISBN: 978-84-95726-85-8.

04/05/2010 17:14:26