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HISTORIA DE MURCIA A TRAVÉS DE SUS FÓSILES

Antonio del Ramo Jiménez
Geólogo. Email: arj@um.es

La Región de Murcia posee innumerables yacimientos paleontológicos, que junto con el resto de sus características geológicas (sedimentológicas, estratigráficas, tectónicas, petrológicas, mineralógicas y geomorfológicas), nos informan de la evolución paleogeográfica y paleobiológica de la misma, especialmente durante los últimos 210 m.a. La información que aportan los fósiles es decisiva para poder conocer la edad, la paleogeografía, la climatología y la paleobiología de la región, pero cuando hablamos de los fósiles, realmente deberíamos hablar de rocas y sedimentos, ya que los estratos que existen en las rocas sedimentarias, podríamos decir que son páginas de la historia de la Tierra y los fósiles son palabras y párrafos de este compendio de historia. Al extraerlos de manera indiscriminada de las rocas que los contienen, se pierden gran parte de su significado y la roca no pude ser interpretada correctamente.
La historia de los materiales geológicos presentes en la superficie de Murcia, comienza hace unos 410-377 m.a. (millones de años), una edad muy lejana en el tiempo, si tenemos en cuenta que el hombre actual (Homo sapiens) sólo lleva deambulando por el planeta unos 250.000 años, pero muy reciente si la comparamos con los 4.600 m.a. que aproximadamente puede tener la Tierra.
Las rocas más antiguas, con fósiles, que aparecen en esta región, son fundamentalmente calizas de tentaculites con restos indeterminados de trilobites, crinoideos y equinodermos, que nos informan muy escuetamente de algunas de las innumerables formas de vida que existían en los mares de aquella época, pero nada sobre la historia de nuestra región, ya que dichas rocas se formaron a varios centenares de kilómetros hacia el sureste de su posición actual, en el fondo de un antiguo mar, hoy ocupado por el Mediterráneo oriental y que posteriormente la geodinámica terrestre desplazó hasta su posición actual (Sierra de la Torrecilla, Lorca).
Los afloramientos más antiguos de rocas que se originaron en o cerca de esta región (autóctonos o para-autóctonos), son realmente materiales con edades comprendidas entre los 250 y 210 ma (Triásico), se trata de: areniscas rojas continentales (facies Buntsandstein), en las que actualmente solo se han localizado algunas galerías de invertebrados; dolomías y calizas marinas (facies Muschelkalk), en ocasiones, las calizas, son ricas en restos de lamelibranquios y nautiloideos; y margas, yesos y arcillas multicolores y dolomías (facies Keuper), sedimentados en grandes lagunas salinas, con algunas galerías y algunos fragmentos de árboles fosilizados. Estos materiales geológicos han sufrido fuertes deformaciones tectónicas (base de los cabalgamientos) y /o movimientos halocinéticos (diapiros), por lo que poco más podemos decir de la paleoecología de la región en estos momentos.
Del estudio de las rocas podemos deducir que durante esta época la región, al igual que gran parte de Europa, formaba parte de un gran macrocontinente dominado por un clima seco y caluroso. Multitud de cursos fluviales, de carácter intermitente, arrastraban sedimentos arenosos desde la meseta hasta nuestra región. Posteriormente, la región es invadida por aguas marinas y se transforma en una plataforma somera, donde precipitan carbonatos, que mayoritariamente se dolomitizaron desapareciendo su registro fósil, pero en las calizas se preservaron restos de bivalvos: mejillones (Mytilus), vieras (pectínidos), etc. y más raramente de nautiloideos, que pueden ser observados en los materiales de esta época existentes entre Bullas y Caravaca. Al retirarse las aguas marinas, la región se transforma nuevamente en una zona árida, pero salpicada de grandes lagunas hipersalinas, donde en se originan carniolas, arcillas y margas ricas en óxidos de hierro, y precipitan carbonatos (dolomías), sulfatos (yeso y anhidrita) y cloruros (halita, silvina y carnalita). Aprovechando la existencia de profundas fracturas, el magma asciende dando lugar a numerosos afloramientos de rocas subvolcánicas y volcánicas (ofitas). No es de extrañar que bajo estas condiciones ambientales, tan drásticas, la fauna y flora fuesen escasas y su registro fósil casi nulo.
Hace unos 210 m.a., al principio del Jurásico, el macrocontinente se fragmenta y los continentes comienzan a migrar hacia sus posiciones actuales. El sureste español es invadido nuevamente por las aguas marinas, y se forma una basta plataforma somera donde precipitan carbonatos que son mayoritariamente dolomitizados. Posteriormente, ésta se ve sometida a un proceso de distensión que la fractura en diversos bloques, algunos de los cuales quedaron cerca de la superficie del mar originando altos fondos (umbrales) alejados del continente, mientras que otros se hundieron y originaron fosas profundas (surcos). En los umbrales se originaron calizas y margocalizas nodulosas rojas, mientras que en los surcos predominó la sedimentación de margas y margocalizas grises.
El estudio de las rocas existentes en estos umbrales (Subbético externo e interno) nos informan de numerosos aspectos de los mismos. Así, los umbrales eran bloques alejados del continente, elevados y, a veces, incluso emergidos, ya que:
  • En ellos solo sedimentaron fangos carbonatados y algunas arcillas, no existiendo sedimentos conglomeráticos ni arenosos.
  • Las rocas, que allí se formaron, son mayoritariamente de color rojo, lo que implica aguas muy ricas en oxígeno (oxidantes).
  • Este medio rico en oxígeno propició una gran abundancia de organismos sedimentívoros, que removían constantemente los sedimentos, bioturbándolos hasta tal punto que éstos adquirieron estructuras nodulares.
  • Al estar alejados del continente, en estos umbrales la sedimentación era muy escasa, pero a ellos llegaban arrastrados gran cantidad de restos de organismos nectónicos, especialmente de conchas de cefalópodos (ammonites y belemnites), las cuales eran rápidamente cementadas por la precipitación de carbonatos y de óxidos de hierro, dando lugar a numerosos yacimientos de fósiles (ammonítico rosso o caliza nodulosa roja).
  • En numerosas ocasiones los umbrales se situaban muy cerca de la superficie del mar y las conchas ya cementadas al suelo eran erosionadas por las olas, por lo que actualmente en la superficie de muchos de estos estratos encontramos conchas seccionadas.
  • Otras veces, los bloques emergían y en los sedimentos fangosos se formaban grietas de retracción que eran rápidamente cementadas por carbonatos y óxidos de hierro y manganeso. Si continuaban emergidos durante bastante tiempo, los estratos eran erosionados e incluso carstificados, y posteriormente, cuando volvían a estar sumergidos, sobre ellos volvían a precipitar nuevos sedimentos. Esto lo podemos saber actualmente, ya que faltan estratos con determinadas especies de microfósiles y de ammonites de ciertas edades.
  • La existencia de un clima templado y los constantes ascensos y descensos de los umbrales, no propició el desarrollo de arrecifes de coral en la región, apareciendo junto con los restos de ammonites y belemnites algunos corales solitarios, gasterópodos, bivalvos, braquiópodos, erizos y crinoides.
En los surcos (Subbético medio) sedimentaron, principalmente, margas y calizas grises acompañadas de restos de ammonites, a veces algo piritosos, y belemnites. La existencia de fracturas profundas propició la existencia de volcanes submarinos que enriquecieron las aguas en sílice permitiendo la proliferación de radiolarios (radiolaritas de Ricote).
Hace unos 134 m.a. comienza un nuevo periodo geológico; el Cretácico, durante él, el fondo marino se uniformiza progresivamente, desapareciendo los surcos y los umbrales, las zonas más septentrionales y occidentales de la región, unas veces estaban emergidas u ocupadas por lagunas de agua dulce o salada, en cuyos márgenes proliferan bosques de coníferas y similares, entre los que deambulan grandes dinosaurios. Otras veces, permanecen bajo las aguas marinas, en general poco profundas. En las zonas cercanas a la costa, sobre arenas se desarrollan arrecifes de rudistas y corales, cerca de los cuales existe una rica fauna de bivalvos, gasterópodos, serpúlidos, equinodermos regulares y algunos braquiópodos. Las zonas más meridionales y orientales siguen ocupadas por mares profundos, y en ellas, junto con margas y margocalizas, sedimentan los restos de organismos característicos de estas aguas: equinodermos irregulares y braquiópodos, junto con numerosos ammonites y belemnites. En las zonas algo más profundas, con fondos pobres en oxígeno (reductoras o anóxicas), las conchas de los moluscos fosilizan en sulfuros de hierro (pirita o marcasita) y en las zonas más profundas las conchas se disuelven y solo quedan restos de organismos con partes duras silicificadas (espículas de esponjas silíceas y radiolarios).
Hace unos 65 m.a., en el límite entre el Cretácico y el Terciario, un gran meteorito impacta con el planeta, la atmósfera se cubre de polvo y gran parte de los seres vivos se extinguen. Ese polvo se sedimenta en la superficie de los continentes y sobre los fondos marinos, en algunos de los cuales se conservó (capa negra de Caravaca), pudiéndose comprobar como por debajo de esta capa existen numerosos fósiles de plancton, pero por encima son muy escasos.
A comienzos del Cenozoico, comienzan a formarse grandes plataformas marinas carbonatadas, que ocuparon la mayor parte de la región y del resto de bordes del antiguo Mediterráneo. En ellas, durante el Eoceno (54-36 m.a.) proliferaron espectacularmente los macroforaminíferos bentónicos (nummulites, assilinas y alveolinas, entre otros), seres unicelulares provistos de caparazón calcáreo, que alcanzaron tamaños decimétricos en esta época y formaban grandes barras que delimitaban lagoons, donde proliferaban diversos moluscos y equinodermos. En algunas zonas se desarrollaron marismas cuya vegetación generó pequeños yacimientos de carbón. La presencia de estos macroforaminíferos, nos revela la existencia de un clima cálido y de mares poco profundos y oxigenados.
Durante el Mioceno (25´2-5´2 m.a.) comienza un periodo de importantes cambios en la paleogeografía de la región y del resto del sureste español; grandes formaciones rocosas que se habían formado durante el Paleozoico, Mesozoico y Paleógeno en el sureste del Mediterráneo (zonas internas), se desplazaron hacia la península. El empuje de estas formaciones obligó a que las formaciones rocosas de la región (zonas externas) se plegasen y cabalgasen unas sobre otras, aprovechando como nivel de despegue y deslizamiento las arcillas y yesos triásicos (Subbético) o las margas cretácicas (Prebético).
Tras este evento tectónico, el sureste español adopta una nueva configuración, al sur de la línea Cádiz-Valencia, aparece una cadena montañosa formada por el plegamiento anteriormente citado, al sur de la misma un brazo de mar, el Estrecho Norbético, salpicado de islas, que comunica el Mediterráneo con el Atlántico. Este estrecho aparece delimitado al sur, a su vez, por los materiales que se habían desplazado desde el sureste del Mediterráneo (Zonas Internas) y al sur de estos materiales, África.
La Región de Murcia, exceptuando sus zonas norte y noroeste, que estaban ya emergidas desde el Cretácico, permanece bajo el mar formando parte de este estrecho, que realmente constituía un archipiélago de islas y conforme avanza el Mioceno va disminuyendo progresivamente su anchura al irse colmatando de sedimentos y acercando las Zonas Internas, a la vez que la región va emergiendo.
Concretamente, durante el Tortoniense superior (hace unos 10 m.a.), casi todo el norte (Yecla y parte de Jumilla) y noroeste (Moratalla, Calasparra, y parte de Caravaca y Bullas) estaban ya emergidos, mientras que las zonas centro, este y sur formaban parte de este estrecho y las montañas actualmente existentes en ellas (parte de la Sierra de la Pila, sierras de Lugar, Corque, Carrascoy-El Puerto, Espuña, Cambrón, etc., actuaban como islas.
El nivel que alcanzó el mar respecto a estas islas viene marcado actualmente por: la existencia de superficies erosivas, que representan antiguas superficies de abrasión por el oleaje; por la existencia de superficies y cantos perforados por bivalvos litófagos o por esponjas endolíticas tipo Clionia; por la presencia de crustáceos (Balanus) y fundamentalmente por el desarrollo de arrecifes de coral, que formaron barreras más o menos discontinuas alrededor de las islas y de las costas. Estos últimos organismos, no solo nos informan de la paleogeografía de las costas de la época, sino que nos permiten afirmar que existía un clima cálido, semejante al existente actualmente en el caribe, así como, deducir las condiciones ambientales (salinidad, luminosidad, energía del oleaje, temperatura, turbidez de las aguas, etc.
En las zonas protegidas de la acción directa del oleaje (bahías y lagoons), proliferaron colonias de colonias de gigantescas ostras (Crassotrea).
En las zonas más deprimidas del norte y noroeste de la región se acumulan aguas dando lagunas, unas veces de agua dulce con anfibios, diatomeas, peces, insectos, hidrobias, etc., otras de aguas salobres (sin anfibios) al sufrir invasiones marinas periódicas o al llegar a ellas sal y yeso procedentes de la extrusión de los diapiros triásicos.
Hace unos 6´5 m.a. tiene lugar un acontecimiento histórico (crisis de salinidad del Messiniense), ya que el Estrecho Norbético se cierra y el Mediterráneo queda incomunicado con el Océano Atlántico y comienza a secarse, por la presencia del clima cálido, pero cada vez más seco. Las zonas norte y noroeste de la región permanecen más o menos igual, zonas montañosas sometidas a fuertes procesos de erosión y zonas deprimidas ocupadas por aguas cada vez más salinas, por el depósito de yeso y sal procedente de la erosión de los diapiros. Mientras que en las restantes zonas se forman mares interiores aislados del resto del Mediterráneo, cuyas aguas se van evaporando progresivamente y transformándose en salinas donde se acumulan grandes cantidades de yeso y sal, parte de este yeso se transforma en azufre por la acción de bacterias sulfo-reductoras. Tras un proceso de desecación, la comunicación con el Atlántico se restablece, posiblemente por un paso existente en el norte de África, y aguas de salinidad normal vuelven a invadir el centro, este y sur de la región. De nuevo, se desarrollan arrecifes de coral, pero esta vez a cotas topográficas más bajas. La fauna marina característica de zonas cálidas vuelve a poblar las aguas marinas de la región y a lo largo de un millón de años, el proceso de incomunicación entre el Mediterráneo y el Atlántico se repite varias veces.
Las épocas de incomunicación son aprovechadas por la fauna y flora africanas para migrar hacia la Península Ibérica, caballos con dos pezuñas, antílopes, camellos, cerdos y pequeños elefantes llegan a la región, junto con sus depredadores; hienas y tigres dientes de sable, entre otros muchos. También, algunas especies vegetales como la sabina de Cartagena, la cornicabra y el resto de endemismos iberoafricanos de la región parecen haber llegado en esta época.
En los materiales marinos aparecen arrecifes de coral, diferentes especies de moluscos, especialmente de ostréidos y margas muy ricas en diatomeas, posiblemente favorecidas por aparición de diversos volcanes en la región que aportaron sílice a las aguas continentales y marinas. En estas margas ricas en diatomeas se conservan, aparte de numerosas especies de peces, restos de crustáceos y cefalópodos. Bordeando las zonas sumergidas proliferan diversos tipos de vegetales de porte arbórea, especialmente palmeras.
A finales de esta época, la comunicación entre Mediterráneo y Atlántico se restablece definitivamente a través del Estrecho de Gibraltar, comenzando el Plioceno (hace unos 5´2 m.a.), donde el mar habría abandonado definitivamente el centro de la región, retirándose hacia zonas más orientales. Los terrenos emergidos sufrieron fuertes procesos erosivos que modelaron sus juveniles relieves y se originaron diversos sistemas de glacis y abanicos aluviales al pie de los mismos, cuyas partes distales rellenaron las depresiones, en las cuales se instalaron los cauces fluviales. La faunas tanto continentales como marinas, son muy parecidas a las del Messiniense, con la salvedad de no localizarse arrecifes de coral.
Durante el Cuaternario (1´6-0 m.a.) diversas oleadas de faunas africanas, vuelven a invadir la región, destacando la presencia de homínidos, aunque no está muy claro como pudieron cruzar el Estrecho de Gibraltar, como sugieren algunos autores. También cabe destacar la existencia de diversos periodos glaciares e interglaciares. En los primeros se experimenta un avance de fauna y flora centroeuropeas hacia la región, con la aparición de restos de mamíferos adaptados a vivir en cavernas, donde se resguardaban de los fríos. Mientras que las faunas y floras más cálidas se refugian en las zonas cercanas a la costa o se extinguen. En los periodos interglaciares las floras y faunas centroeuropeas emigran hacia el norte de la península quedando poblaciones aisladas, especialmente de vegetación en las cumbres de las montañas.