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Veamos que le ocurri\u00F3 un d\u00EDa a Cervantes en una calle parecida a la descrita y aclararemos, de paso, nuestra idea sobre el narrador: \u00ABEstando yo un d\u00EDa en el Alcan\u00E1 de Toledo, lleg\u00F3 un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinaci\u00F3n, tom\u00E9 un cartapacio de los que el muchacho vend\u00EDa, y vile con caracteres que conoc\u00ED ser ar\u00E1bigos. Y puesto que aunque los conoc\u00EDa no los sab\u00EDa leer, anduve mirando si parec\u00EDa por all\u00ED alg\u00FAn morisco aljamiado que los leyese, y no fue muy dificultuoso hallar int\u00E9rprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y m\u00E1s antigua lengua, le hallara. En fin, la suerte me depar\u00F3 uno, que, dici\u00E9ndole mi deseo y poni\u00E9ndole el libro en las manos, le abri\u00F3 por medio, y leyendo un poco en \u00E9l, se comenz\u00F3 a re\u00EDr. CERVANTES, Miguel de: Don Quijote de la Mancha, 2\u00AA edici\u00F3n. Editorial Planeta, Barcelona, 1981, 100-101. |