| El Abencerraje |
\u00AB[...] -Es como yo lo digo -dijo \u00E9l-. Y aguardad m\u00E1s y ver\u00E9is c\u00F3mo desde all\u00ED todos los Abencerrajes deprendimos a ser desdichados. Yo sal\u00ED al mundo del vientre de mi madre, y por cumplir mi padre el mandamiento del rey, envi\u00F3me a C\u00E1rtama, al alcaide que en ella estaba, con quien ten\u00EDa estrecha amistad. \u00C9ste ten\u00EDa una hija, casi de mi edad, a quien amaba m\u00E1s que a s\u00ED, porque allende de ser sola y hermos\u00EDsima, le cost\u00F3 la mujer, que muri\u00F3 de su parto. \u00C9sta y yo en nuestra ni\u00F1ez siempre nos tuvimos por hermanos, porque as\u00ED nos o\u00EDamos llamar [...] Esta enga\u00F1osa vida trajimos mucho tiempo, hasta que ya el amor por vengarse de nosotros nos descubri\u00F3 la cautela, que, como fuimos creciendo en edad, ambos acabamos de entender que no \u00E9ramos hermanos. Ella no s\u00E9 lo que sinti\u00F3 al principio de saberlo, mas yo nunca mayor contentamiento receb\u00ED, aunque despu\u00E9s ac\u00E1 lo he pagado bien. En el mismo punto que fuimos certificados de esto, aquel amor limpio y sano que nos ten\u00EDamos, se comenz\u00F3 a da\u00F1ar y se convirti\u00F3 en una rabiosa enfermedad, que nos durara hasta la muerte. Aqu\u00ED no hubo primeros movimientos que excusar, porque el principio de estos amores fue un gusto y deleite fundado sobre bien, mas despu\u00E9s no vino el mal por principio, sino de golpe y todo junto: ya yo ten\u00EDa mi contentamiento puesto en ella, y mi alma, hecha a medida de la suya. Todo lo que no ve\u00EDa en ella, me parec\u00EDa feo, excusado y sin provecho en el mundo; todo mi pensamiento era en ella. Ya en este tiempo nuestros pasatiempos eran diferentes; ya yo la miraba con recelo de ser sentido, ya ten\u00EDa envidia del sol que la tocaba. Su presencia me lastimaba la vida, y su ausencia me enflaquec\u00EDa el coraz\u00F3n. Y de todo esto creo que no me deb\u00EDa nada, porque me pagaba en la misma moneda. Quiso la fortuna, envidiosa de nuestra dulce vida, quitarnos este contentamiento en la manera que oir\u00E1s. El rey de Granada, por mejor en cargo al alcaide de C\u00E1rtama, envi\u00F3le a mandar que luego dejase aquella fuerza y se fuese a Co\u00EDn, que es aquel lugar frontero del vuestro, y que me dejase a m\u00ED en C\u00E1rtama en poder del alcaide que a ella viniese. Sabida esta desastrada nueva por mi se\u00F1ora y por m\u00ED, juzgad vos, si alg\u00FAn tiempo fuisteis enamorado, lo que podr\u00EDamos sentir [...] Y porque ella me vio en tanta necesidad y con se\u00F1ales de muerto, me dijo: "Abindarr\u00E1ez, a m\u00ED se me sale el alma en apartarme de ti; y porque siento de ti lo mismo, yo quiero ser tuya hasta la muerte; tuyo es mi coraz\u00F3n, tuya es mi vida, mi honra y mi hacienda; y en testimonio de esto, llegada a Co\u00EDn, donde ahora voy con mi padre, en teniendo lugar de hablarte o por ausencia o indisposici\u00F3n suya, que ya deseo, yo te avisar\u00E9. Ir\u00E1s donde yo estuviere, y all\u00ED yo te dar\u00E9 lo que solamente llevo conmigo, debajo de nombre de esposo, que de otra suerte ni tu lealtad ni mi ser lo consentir\u00EDan, que todo lo dem\u00E1s muchos d\u00EDas ha que es tuyo"[...] Quiso mi ventura que esta ma\u00F1ana mi se\u00F1ora me cumpli\u00F3 su palabra envi\u00E1ndome a llamar con una criada suya, de quien se fiaba, porque su padre era partido para Granada, llamado del rey, para volver luego. Yo, resucitado con esta buena nueva, apercib\u00EDme, y dejando venir la noche por sal\u00EDr m\u00E1s secreto, p\u00FAseme en el h\u00E1bito que me encontraste por mostrar a mi se\u00F1ora la alegr\u00EDa de mi coraz\u00F3n [...] y si t\u00FA me venciste, no fue por esfuerzo, que no es posible, sino porque mi corta suerte o la determinaci\u00F3n del cielo quisieron atajarme tanto bien [...] RAMONEDA, Arturo, ed.: Antolog\u00EDa del cuento espa\u00F1ol, 1. Alianza Editorial, Madrid, 1999, 97-100. |