Destaca con letra negrita las partes de una armadura que se citan en el siguiente fragmento de Don Quijote de la Mancha donde, además, se incluyen unos versos de un célebre romance que remite a las leyendas artúricas, aunque, claro está, en este caso el personaje protagonista de la obra de Cervantes ha sustituido el nombre de Lanzarote por el suyo propio.
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«(...) Dijo luego al ventero que le tuviese mucho cuidado de su caballo, porque era la mejor pieza que comía pan en el mundo. Miróle el ventero, y no le pareció tan bueno como don Quijote decía, ni aun la mitad; y acomodándole en la caballeriza, volvió a ver lo que su huésped mandaba, al cual estaban desarmando las doncellas, que ya se habían reconciliado con él; las cuales, aunque le habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola ni quitalle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los ñudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera, y así, se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más graciosa y estraña figura que se pudiera pensar; y al desarmarle (como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo), les dijo con mucho donaire:
«Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera don Quijote cuando de su aldea vino: doncellas curaban dél; princesas, del su rocino»
CERVANTES, Miguel de: Don Quijote de La Mancha.Vol. I, Cap. 2.