\u00ABEn la Iglesia Mayor de Santa Mar\u00EDa de Valencia. Sobre un estrado forrado de negro, DO\u00D1A JIMENA. Ligeramente m\u00E1s bajos, DO\u00D1A MAR\u00CDA y MINAYA \u00C1LVAR H\u00C1\u00D1EZ, cada uno a un lado. En segundo t\u00E9rmino, DO\u00D1A CONSTANZA. Las mujeres est\u00E1n arrodilladas. El hombre, de pie. Ellas llevan riguroso luto; trajes largos, de corte acr\u00F3nico y velados los rostros. MINAYA, un traje vagamente militar, vagamente cortesano, imposible de situar en \u00E9poca alguna. El OBISPO JER\u00D3NIMO, en una altura muy superior, con ornamentos que pueden parecer rom\u00E1nicos o modern\u00EDsimos. Cuando se alza el tel\u00F3n, contin\u00FAa la oraci\u00F3n f\u00FAnebre que est\u00E1 pronunciando.
JER\u00D3NIMO.- Cuando \u00E9l muri\u00F3, llor\u00F3 toda Europa. Se quedaron sin nadie los campos de Castilla. La cristiandad perdi\u00F3 su santo y se\u00F1a. Cuando, hoy hace dos a\u00F1os, Rodrigo de Vivar cerr\u00F3 los ojos, muri\u00F3 el m\u00E1s grande guerrero y el m\u00E1s grande caudillo de que queda memoria. Nunca, desde Alejandro, hubo un hombre tan grande... A m\u00ED, que lo enterr\u00E9, me pareci\u00F3 mentira que tan alta monta\u00F1a cupiera en tan humildes parihuelas. Desde ese d\u00EDa podemos llamarnos de t\u00FA unos a otros; ya somos todos de la misma estatura. A veces, reci\u00E9n rezadas v\u00EDsperas, mientras el sol declina a los pies de un naranjo..
JIMENA.- (Interrumpe, volvi\u00E9ndose un poco a DO\u00D1A CONSTANZA.) Ser\u00E1 en la huerta que mi marido le regal\u00F3 en Juballa1 .
JER\u00D3NiMO.- (Contin\u00FAa despu\u00E9s de mirar a JIMENA.) ... me pregunto si no habremos so\u00F1ado. A veces, en esta iglesia de Santa Mar\u00EDa (Subrayando mientras mira a JIMENA, que aprueba), de la que \u00E9l tuvo a bien darme la sede, me pregunto si \u00E9l no habr\u00E1 sido un sue\u00F1o... Si no ha existido nunca y lo hemos inventado como se inventa la esperanza, o si, por el contrario, \u00E9l no ha muerto y se abrir\u00E1n las puertas de Valencia y una voz gritar\u00E1: M\u00EDo Cid se acerca. \u00A1M\u00EDo Cid est\u00E1 llegando!... (JIMENA vuelve la cabeza como si, en efecto, fuese a aparecer alguien. MAR\u00CDA solloza apenas.) Cuando un amanecer de octubre se present\u00F3, ante los muros de Valencia, a solas, sin recursos, sin rey y sin ej\u00E9rcito y sin bandera por la que luchar, hubiera parecido un insensato si no fuese el h\u00E9roe solitario, el mito, la encarnaci\u00F3n de la gloria de Espa\u00F1a... M\u00E1s poderoso que los reyes, repudi\u00F3 su destino de modesto hijodalgo, sali\u00F3 a ganar su pan fuera de Castilla. Desterrado, hizo y deshizo reyes con su dedo me\u00F1ique... Jugaba al ajedrez sobre los anchos campos... El Dios de Sabaoth2 lo envi\u00F3 con la espada a los lomos, despu\u00E9s de haberle musitado en la oreja su consigna. Que el Dios de Sabaoth nos haga dignos de \u00E9l... (JIMENA, quiz\u00E1 impaciente, se mueve y hacer sonar la pedrer\u00EDa del riqu\u00EDsimo ce\u00F1idor que lleva a la cintura.) \u00BB
GALA, Antonio: Anillos para una dama. Ed. Bru\u00F1o. Col. Anaquel, p\u00E1gs. 75-77.
(1) Seg\u00FAn Men\u00E9ndez Pidal, el Cid regal\u00F3 un huerto a Jer\u00F3nimo en el territorio de Juballa.
(2) Dios de Sabaoth: nombre que da La Biblia al dios de los ej\u00E9rcitos.