\u00AB\u00BFC\u00F3mo todas estas viejas ciudades han muerto? -os preguntar\u00E9is vosotros en este minuto de reflexi\u00F3n \u00EDntima. \u00BFC\u00F3mo estas mesetas centrales, que fueron antes el asiento de toda la grandeza y fortaleza de Espa\u00F1a, han llegado a la rutina presente?\u00BB Hubo un tiempo en que estas ciudades muertas fueron poderosas: fue en los d\u00EDas del Renacimiento, antes que los Reyes Cat\u00F3licos explayasen su pol\u00EDtica infausta. Toda la vida nacional estaba aqu\u00ED encerrada: Toledo es c\u00E9lebre por sus sedas; Salamanca, por sus curtidos; Oca\u00F1a, por sus guantes y sus sombreros; Ajofr\u00EDn, por sus herrer\u00EDas; Consuegra, por sus almonas; Almagro, por sus encajes sutil\u00EDsimos... Se levantan palacios; se construyen iglesias; legiones de pintores, estofadores y forjadores llenan de obras maestras los templos y los palacios; se celebran ferias populosas como las de Medina del Campo y las de Alcal\u00E1; rebosan de estudiantes las universidades; troteras y danzadoras jud\u00EDas y moriscas -tan amadas del Arcipreste de Hita- llevan la sensualidad y el regocijo de pueblo en pueblo; recorren caminos caravanas de mercaderes -como los que asoman en el Quijote-; alegran las ciudades hoy silenciosas, los ruidosos pelaires con sus telares -como los que aparecen en El donoso hablador, de Jer\u00F3nimo de Alcal\u00E1...\u00BB AZOR\u00CDN: Castilla, Espasa Calpe, pp. 244-245. |