| \u00BFLengua espa\u00F1ola o castellana? |
\u00BFLengua espa\u00F1ola o castellana?No pretendo reavivar un debate que lleva siglos manifest\u00E1ndose y sobre el cual ser\u00E1 dif\u00EDcil que recaiga acuerdo satisfactorio para todos, mientras las cuestiones idiom\u00E1ticas sean planteadas con m\u00E1s emoci\u00F3n que frialdad reflexiva. Es decir, mientras no se alcance una situaci\u00F3n de ponderaci\u00F3n parecida, por ejemplo, a la de Francia, pa\u00EDs de gran riqueza y variedad ling\u00FC\u00EDstica y dialectal, pero donde a nadie se le ocurre llamar francien al fran\u00E7ais, lengua esta \u00FAltima que tuvo su origen en aquel dialecto de la \u00CEle-de-France. En cualquier caso, bueno ser\u00EDa que, en el uso corriente, pudieran alternar con neutralidad castellano y espa\u00F1ol. Pero, insisto, el problema es arduo, y aqu\u00ED s\u00F3lo pretendo introducir un elemento nuevo en la discusi\u00F3n, que apoyar\u00EDa, creo, dicha alternancia. El tema del nombre de la lengua fue magistralmente tratado por Amado Alonso (1945), y a \u00E9l me remito. Hasta 1924 y 1925, respectivamente, la Academia llam\u00F3 de la lengua castellana a su Gram\u00E1tica y a su Diccionario. Al cambiar de criterio, obedec\u00EDa, con toda seguridad, a una sugerencia de don Ram\u00F3n Men\u00E9ndez Pidal, el cual, en un art\u00EDculo de 1918, hab\u00EDa escrito: "Puestos a escoger entre los dos nombres de lengua espa\u00F1ola y lengua castellana, hay que desechar este segundo por muy impropio. Usada (la denominaci\u00F3n lengua espa\u00F1ola) desde la Edad Media, vino a hacerse m\u00E1s oportuna en el Siglo de Oro de nuestra literatura, cuando ya la naci\u00F3n constaba de los reinos de Le\u00F3n, Castilla, Arag\u00F3n y Navarra unidos. Si Castilla fue el alma de esta unidad, los otros reinos colaboraron en el perfeccionamiento de la lengua literaria, bastando recordar en la literatura cl\u00E1sica nombres navarros, aragoneses y valencianos como Huarte, los Argensola, Graci\u00E1n, Gil Polo y Guill\u00E9n de Castro, para comprender el exclusivismo del nombre lengua castellana". (Pero tal vez tenga m\u00E1s fuerza recordar que el idioma cuenta con millares de voces no surgidas precisamente en Castilla.) [...] Por lo pronto, la Academia, en sus a\u00F1os fundacionales, carec\u00EDa de una opini\u00F3n correcta sobre los or\u00EDgenes del idioma. Pretende que, en la g\u00E9nesis de \u00E9ste, han intervenido dos protagonistas: los espa\u00F1oles que, con el lat\u00EDn "algo alterado" por el influjo godo, se refugiaron de la acometida sarracena en los montes de Asturias; y los cristianos que permanecieron en la zona ocupada (moz\u00E1rabes). Es en territorio asturiano -y no en Castilla- donde sit\u00FAan los acad\u00E9micos la cuna del espa\u00F1ol; seg\u00FAn ellos, su expansi\u00F3n hacia el sur se produjo por la acci\u00F3n reconquistadora de los reyes "de Le\u00F3n y Castilla" (obs\u00E9rvese el orden). y en su avance, leoneses y castellanos se encontraron con los moz\u00E1rabes, los otros protagonistas, quienes aportaron al caudal del idioma los arabismos que hab\u00EDan incorporado a su lat\u00EDn. De ese modo, dicen en I726, "todo este agregado o c\u00FAmulo de voces es lo que constituye y forma la lengua castellana". No se ve, por tanto, que la Academia tuviera entonces una noticia clara del papel de Castilla en la formaci\u00F3n del idioma: pensaba que Asturias, Le\u00F3n y la mozarab\u00EDa hab\u00EDan asistido con superiores t\u00EDtulos a su constituci\u00F3n. No puede asentirse, pues, al supuesto de que el t\u00E9rmino castellano se adoptara por razones geneal\u00F3gicas [...]". L\u00C1ZARO CARRETER, Fernando: El dardo en la palabra, p\u00E1gs. 107-109. |