Actividad 4 (continúa)

Formación de palabras I (composición y derivación)

Leamos estos fragmentos de La Celestina, obra cumbre de la literatura española. En esta obra, La Celestina representa al personaje de la alcahueta, que trata de unir a las parejas por todos los medios que tiene a su alcance. Una obra, por otro lado, repleta de criados, intereses, amor y desamor; pero también de perdedores, ladrones y prostitutas.

Texto 5

CALIXTO.- Si no quieres, reina y señora mía, que desespere y vaya mi ánima condenada a perpetua pena oyendo esas cosas, certifícame brevemente si hubo buen fin tu demanda gloriosa y la cruda y rigurosa muestra de aquel gesto angélico y matador; pues todo eso más es señal de odio que de amor.

CELESTINA.- La mayor gloria que al secreto oficio de la abeja se da, a la cual los discretos deben imitar, es que todas las cosas por ella tocadas convierte en mejor de lo que son. De esta manera me he habido con las zahareñas razones y esquivas de Melibea. Todo su rigor traigo convertido en miel, su ira en mansedumbre, su aceleramiento en sosiego. ¿Pues, a qué piensas que iba allá la vieja Celestina, a quién tú, demás de tu merecimiento, magníficamente galardonaste, sino a ablandar su saña, sufrir su accidente, a ser escudo de tu ausencia, a recibir en mi manto los golpes, los desvíos, los menosprecios, desdenes, que muestran aquéllas en los principios de sus requerimientos de amor...

[...]

CELESTINA.- Señora, porque mi limpio motivo me hizo creer que, aunque en menos lo propusiera, no se había de sospechar mal. Que, si faltó el debido preámbulo, fue porque la verdad no es necesario abundar de muchos colores. Compasión su dolor, confianza de tu magnificencia ahogaron en mi boca (al principio) la expresión de la causa. Y pues conoces, señora, que el dolor turba, la turbación desmanda y altera la lengua, la cual había de estar siempre atada con el seso, ¡por Dios!, que no me culpes. Y si el otro yerro ha hecho, no redunde en mi daño, pues no tengo otra culpa, sino ser mensajera del culpado. No quiebre la soga por lo más delgado. No seas la telaraña, que no muestra su fuerza sino contra los flacos animales.

ROJAS, Fernando de: La Celestina, Ed. Austral, 9ª ed. Buenos aires, 1968.