Si movemos un objeto, calentamos agua o dejamos caer un vaso de vidrio desde lo alto de una mesa, la materia no ha cambiado. Incluso en el último caso tendremos un vaso roto, pero serán trozos de vidrio que, con paciencia y pegamento, nos permitirían recomponer el vaso original. Como la clase de materia que aparecía no ha sufrido modificación alguna, se trata de transformaciones físicas.

Cuando se produce la combustión de un trozo de madera, la madera desaparece y deja un residuo de unas pocas cenizas. Cuando un pedazo de hierro queda expuesto a la intemperie, con rapidez aparecen manchas rojizas sobre él. La materia resultante del proceso es distinta de la materia original: se ha producido una transformación química.

En principio, el estudio de las transformaciones químicas se limitó a describir las sustancias que intervenían en una transformación química, los reactivos, y en qué otras sustancias se transformaban, los productos. Y durante siglos la Química limitó a describir las reacciones químicas que se producían entre las distintas sustancias.

En la segunda del siglo XVIII, en los años previos a la revolución francesa , un químico francés, Lavoisier, comenzó a emplear la balanza para determinar la masa de las sustancias que intervenían en las reacciones y la masa de las sustancias que se producían: fue el comienzo de la química moderna.

El empleo de la pesada en el estudio de las reacciones químicas originó las leyes ponderales, unas leyes experimentales, inducidas por la repetición de muchas experiencias de laboratorio, y que se refieren al peso de los reactivos y productos de las reacciones químicas.