Tortugas terrestres gigantes - Período Mioceno
Ubicadas en la isleta central del museo se pueden contemplar dos ejemplares completos y
uno incompleto de tortugas terrestres gigantes. Todos ellos proceden del Puerto de la
Cadena y pertenecen al período Mioceno. Durante ese período la línea de la costa sufrió una
serie de avances y retrocesos, motivadas por el ascenso y descenso del nivel del mar, siendo
lo que hoy conocemos como la Sierra de Carrascoy una serie de islas que limitaban por su
lado de levante con el Mediterráneo, y en el lado de poniente con un mar interior de aguas
cálidas y poco profundas. Este mar estaba habitado por una fauna similar a la de los mares
tropicales de hoy en día, con abundancia de arrecifes de coral, muchas variedades de peces,
equinodermos y moluscos, incluyendo a cetáceos, sirénidos y
tiburones.
Hacia finales del período el nivel del mar inició un progresivo descenso que fue desecando
este mar interior, pasando por un estado de marismas, hasta su total desaparición.
En tierra existía un habitat de monte claro, de tipo mediterráneo con arbustos y chaparral,
la fauna estaba compuesta por Hypparión (pequeños caballos de tres dedos), jiráfidos, probóscidos
(elefantes), jabalíes, roedores y dentro de los reptiles tenemos a las tortugas terrestres gigantes
que aquí os enseñamos. Los parientes vivos actualmente, más próximos a ellas solo podemos
encontrarlos en las islas Galápagos y alguna otra isla del océano Pacífico e Índico.
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Las tortugas pertenecen al orden de los Quelonios, que son reptiles anapsidos (Clasificación
hecha dentro los reptiles en base a las fosas temporales del cráneo). Las expuestas en el
museo pertenecen concretamente al Orden: Quelonios, que engloba a todas las tortugas;
Suborden: Neoquélidos, las más evolucionadas dentro del orden; Familia:
Testudinidae, que encuadra a la mayoría de las tortugas terrestres, cuya principal característica
es el caparazón abombado; y por último género y especie: Geochelone bolivari, tortuga terrestre
gigante habitual del Mioceno.
El ejemplar más tardío hallado en España de tortuga terrestre
gigante es uno hallado en La Mancha del Plioceno-Pleistoceno cuyo caparazón mide 1,83 m.
La clasificación en subordenes y familias
de los quelonios es muy controvertida. Es posible encontrar otras agrupaciones
en función de cual característica anatómica se halla considerado, la aquí adoptada es la más
común en paleontología, pues está basada en la morfología del caparazon, que suele ser el resto
fósil más frecuente, a diferencia de otras clasificaciones que atienden a la forma del cráneo y
del esqueleto vertebral, más útil para especimenes actuales, y que pocas veces se encuentra
en los ejemplares fósiles. |
ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LOS QUELONIOS
Los quelonios son un grupo bastante original y muy diferente del resto de los reptiles.
Su origen es dudoso porque no se conocen formas intermedias con otros grupos, con la salvedad del
"Eutonosaurus" del período Pérmico, que era un reptil con ocho anchas costillas tangentes entre si,
que no se ha podido incluir en ningún otro grupo y del que se conoce un único ejemplar, por lo
que sigue siendo muy dudoso que procedan de él.
Las tortugas más antiguas conocidas
(Triásico superior) ya tenían la mayoría de las características de las actuales, habiendo sufrido
desde entonces solamente pequeñas adaptaciones evolutivas y perfeccionamientos dependiendo de
los medios en los que se han desarrollado. |
ECOLOGÍA DE LOS QUELONIOS
Los quelonios son típicos habitantes de regiones cálidas donde están activas todo el año,
y de las regiones templadas donde toleran las bajas temperaturas invernales en estado de
letargo, como todos los reptiles.
Suelen soportar bien el frío pero no las temperaturas
excesivamente altas, por carecer de medios para disipar el calor.
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VALOR ESTRATIGRÁFICO DE LOS QUELONIOS
Los quelonios suelen ser uno de los fósiles más habituales dentro de los vertebrados, siendo
especialmente abundantes en el Terciario. Esto se debe en primer lugar a la robustez del
caparazón que lo hace fácilmente fosilizable, y en segundo lugar a que el caparazón no es
comestible, y los animales que se alimentan de cadáveres suelen dejarlo intacto, (circunstancia
que los aficionados a la paleontología agradecemos) y que
no sucede con el cráneo y otros restos esqueléticos.
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No suelen ser grandes indicadores cronoestratigráficos (para fijar la antigüedad de un estrato)
dada su escasa dispersión en extensión de superficie, y su poca variación morfológica a lo largo
del tiempo. Salvo a nivel local.
Por el contrario si son buenos indicadores paleoclimáticos, pues nos dan buena idea del
clima en el que se desenvolvían los seres vivos de ese mismo estrato.
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