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Enseñar Literatura.

El siguiente texto fue publicado en junio de 1985, en el nº 7 de la revista INTERCAMBIOS, que editaba el Colectivo de Renovación Pedagógica de la Escuela de Verano de la Región Murciana.

Es decir, los corresponsales murcianos de quienes promovieron e influyeron decisivamente en la configuración e implantación de la LOGSE, y con los que entonces, a través de amigos comunes (mis amigas las ¿freinéticas¿, que les decía yo), compartíamos el espíritu dulce y la levedad de los primeros años ochenta. Por eso me alegra especialmente, y le añade curiosidad, que este fuera el primer texto que escribí sobre enseñanza, y haya de ser, pues, el que dé comienzo a este ¿Volver a la literatura¿. Entonces en el MRP eran capaces de asumir algo así, hecho por un profesor de bachillerato puro, a pesar de que más tarde, cuando el logsianismo estalló ¿triomfant¿, lo hizo desde la consideración interesada de que los profesores de Bachillerato no sabíamos enseñar y estábamos anclados en el sepulcro del Cid, mientras que ellos, los maestros ¿renovados¿, venían a traernos la palabra revelada al grito de ¿¡acabemos con los conocimientos!¿. Sin embargo, lo que aquí cuento era el trabajo real que yo hacía en mis clases de 2º de BUP en un barrio obrero de Hospitalet, en Caravaca, en Murcia o en Almería, lugares en los que ya había desarrollado nuestra profesión, sin que el origen social de los muchachos les hubiera impedido en ningún caso acceder a lo que se les ofrecía. Porque intentábamos darles lo mejor, no los sucedáneos que la Logse nos traería para acabar con todo. Al menos, lo mejor de nosotros, aquello en lo que aún creíamos. El artículo contiene, lógicamente, alguna ingenuidad, pero he querido dejarlo como salió , pues al posible valor que pueda tener como relato de una actitud ante la literatura y su enseñanza, le añade el valor testimonial ¿de un tiempo, de un país¿, de un sistema público de instrucción exigente, que educaba porque enseñaba: esta es la idea esencial que quiero defender desde estas páginas, que lo que educa es la enseñanza y no la prédica. Una idea a contracorriente en estos tiempos de corrección y ¿valores¿. Lo que este trabajo hace no es, pues, prescindir del conocimiento, de la información o la erudición básica sin la cual un hombre no puede considerarse mínimamente cultivado, sino facilitar su adquisición, intentar paliar lo que para mí era una carencia en la práctica, porque se solía prescindir -quizás por comodidad, quizás por una preparación que las facultades no nos proporcionaban- del estudio de los problemas teóricos de la literatura. Y ello dificultaba, precisamente, la asunción de su Historia como un diálogo con el tiempo histórico, sí, pero también con los géneros mismos en los que cada obra se insertaba. Todos somos conscientes de lo mucho que para mal han cambiado las cosas en cuanto a la enseñanza de nuestra asignatura. Sobre todo, porque ha dejado de serlo para verse engullida por los cien mil lenguajes de San Luis y todas las pedanterías de la gramática posmoderna. Estoy convencido de que una de las batallas que hay que comenzar a dar es la separación de la Lengua y la Literatura. Muchos diréis que eso es ya imposible, y que si no ya es difícil impartir lengua, con la literatura la cosa se hace imposible. Pues nos iremos hundiendo cada vez más. O, peor, se hundirá la literatura, si no lo está ya del todo. Si no recuperamos la pasión por contagiar lo que amamos, mejor nos dedicamos a la exégesis de brillantes impostores como los que hoy, en su inmensa mayoría, reinan en las mesas de las librerías-almacenes. Junto a los jabones. En la sección de Complementos.

12/12/2006 21:48:52