Los humanos, y también otros
animales, poseemos una serie de barreras
de defensa que impiden la entrada de
agentes dañinos. Estas barreras se
denominan:
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Externas: como la piel
o las mucosas, que están en contacto con el
exterior. Funcionan como un muro que impide
el paso de agentes externos.
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Internas: se localizan
dentro del organismo, como los macrófagos o
los linfocitos.
Atendiendo a la acción que
tienen las barreras de defensa, se pueden
clasificar en:
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Inespecíficas: como
las lágrimas, que atacan a cualquier tipo de
agente.
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Específicas: como las
inmunoglobulinas, que están elaboradas para
un agente concreto.
Atendiendo al modo de
aparición, las barreras de defensas pueden
ser:
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Innatas: se originan
en el desarrollo embriológico del individuo,
con independencia de la presencia de
antígenos.
-
Adquiridas: sólo se
forman cuando aparece un antígeno, como
ocurre
en el caso de formación de inmunoglobulinas.
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