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Una noche, don Álvaro es sorprendido viéndose a escondidas con Leonor: ESCENA VIII Ábrese la puerta con estrépito, después de varios golpes en ella, y entra el MARQUÉS, en bata y gorro, con un espadín desnudo en la mano, y detrás, dos criados mayores con luces. MARQUÉS. - (Furioso.) ¡Vil seductor!… ¡Hija infame! DOÑA LEONOR. - (Arrojándose a los pies de su padre.) ¡Padre! ¡Padre! MARQUÉS. - No soy tu padre… Aparta… Y tú, vil advenedizo…. DON ÁLVARO. - Vuestra hija es inocente… Yo soy el culpado… Atravesadme el pecho. (Hinca una rodilla.) MARQUÉS. - Tu actitud suplicante manifiesta lo bajo de tu condición… DON ÁLVARO. - (Levantándose.) ¡Señor marqués!… ¡Señor marqués!… MARQUÉS. - (A su hija.) Quita, mujer inicua. (A CURRA, que le sujeta el brazo.) Y tú, infeliz, ¿osas tocar a tu señor? (A los criados.) Ea, echaos sobre ese infame, sujetadle, atadle… DON ÁLVARO. - (Con dignidad.) Desgraciado del que me pierda el respeto. (Saca una pistola y la monta.) DOÑA LEONOR. - (Corriendo hacia DON ÁLVARO.) ¡Don Álvaro!… ¿Qué vais a hacer? MARQUÉS. - Echaos sobre él al punto. DON ÁLVARO. - ¡Ay de vuestros criados si se mueven! Vos sólo tenéis derecho para atravesarme el corazón. MARQUÉS. - ¿Tú morir a manos de un caballero? No; morirás a las de un verdugo. DON ÁLVARO. - ¡Señor marqués de Calatrava! Mas, ¡ah!, no; tenéis derecho para todo… Vuestra hija es inocente… Tan pura como el aliento de los ángeles que rodean el trono del Altísimo. La sospecha a que puede dar origen mi presencia aquí a tales horas concluya con mi muerte, salga envolviendo mi cadáver como si fuera mi mortaja… Sí, debo morir…, pero a vuestras manos. (Pone una rodilla en tierra.) Espero resignado el golpe; no lo resistiré; ya me tenéis desarmado. (Tira la pistola, que al dar en tierra se dispara y hiere al marqués, que cae moribundo en los brazos de su hija y de los criados, dando un alarido.) MARQUÉS. - Muerto soy… ¡Ay de mí!… DON ÁLVARO. - ¡Dios mío! ¡Arma funesta! ¡Noche terrible! DOÑA LEONOR. - ¡Padre, padre! MARQUÉS. - Aparta; sacadme de aquí…, donde muera sin que esta vil me contamine con tal nombre… DOÑA LEONOR. - ¡Padre!… MARQUÉS. - ¡Yo te maldigo! (Cae LEONOR en brazos de DON ÁLVARO, que la arrastra hasta el balcón.) RIVAS, Duque de: Don Álvaro o la fuerza del sino. Cátedra, 72-74. |
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Última actualización: 2004-03-05
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