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Ilustración de fondo

 

Sin noticias de Gurb

Día 10

07.00 Decido salir en busca de Gurb.

Antes de salir oculto la nave para evitar reconocimiento e inspección de la misma por parte de la fauna autóctona. Consultado el Catálogo Astral, decido transformar la nave en cuerpo terrestre denominado vivienda unifamiliar adosada, calef. 3 dorm. 2 bñs. Terraza. Piscina comunit. 2 plzs. Pkng. Máximas facilidades.

07.30 Decido adoptar apariencia de ente humano individualizado. Consultado Catálogo, elijo el conde duque de Olivares.

07.45 En lugar de abandonar la nave por la escotilla (ahora transformada en puerta de cuarterones de gran simplicidad estructural, pero de muy difícil manejo), opto por naturalizarme allí donde la concentración de entes individualizados es más densa, con objeto de no llamar la atención.

08.00 Me naturalizo en lugar denominado Diagonal-Paseo de Gracia. Soy arrollado por autobús número 17 Barcelonata-Vall d’Hebron. Debo recuperar la cabeza, que ha salido rodando de resultas de la colisión. Operación dificultosa por la afluencia de vehículos.

08.01 Arrollado por un Opel Corsa.

08.02 Arrollado por una furgoneta de reparto.

08.03 Arrollado por un taxi.

08.04 Recupero la cabeza y la lavo en una fuente pública situada a pocos metros del lugar de la colisión. Aprovecho la oportunidad para analizar la composición del agua de la zona: hidrógeno, oxígeno y caca.

08.15 Debido a la alta densidad de entes individualizados, tal vez resulte algo difícil localizar a Gurb a simple vista, pero me resisto a establecer contacto sensorial, porque ignoro las consecuencias que ello podría tener para el equilibrio ecológico de la zona y, en consecuencia, para sus habitantes [...]

11.00 Llevo casi tres horas esperando ver pasar a Gurb. Espera inútil. El flujo de seres humanos en este punto de la ciudad no decrece. Antes al contrario. Calculo que las probabilidades de que Gurb pase por aquí sin que yo lo vea son del orden de setenta y tres contra una. A este cálculo, sin embargo, hay que añadir dos variables: a) Que Gurb no pase por aquí, b) que Gurb pase por aquí, pero habiendo modificado su apariencia externa. En este caso, las probabilidades de no ser visto por mí alcanzarían los nueve trillones contra una.

12.00 La hora de los ángeles. Me recojo unos instantes, confiando en que Gurb no vaya a pasar precisamente ahora por delante de mí.

13.00 La posición erecta a que llevo sometido el cuerpo desde hace cinco horas empieza a resultarme fatigosa. Al entumecimiento muscular se une el esfuerzo continuo que debo hacer para inspirar y espirar el aire. Una vez que he olvidado hacerlo por más de cinco minutos, la cara se me ha puesto de color morado y los ojos me han salido disparados de las órbitas, debiendo ir a recogerlos nuevamente bajo las ruedas de los coches [...]

14.00 He llegado al límite de mi resistencia física. Descanso apoyando ambas rodillas en el suelo y doblando la pierna izquierda hacia atrás y la pierna derecha hacia delante. Al verme en esta postura, una señora me da una moneda de pesetas veinticinco, que ingiero de inmediato para no parecer descortés [...]

15.00 Decido recorrer sistemáticamente la ciudad en lugar de permanecer en un sitio fijo. Con ello disminuyo las probabilidades de no encontrar a Gurb en un trillón, pese a lo cual, el resultado sigue siendo incierto. Camino siguiendo el plano heliográfico ideal que he incorporado a mis circuitos internos al salir de la nave. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Catalana de Gas.

15.02 Me caigo en una zanja abierta por Compañía Hidroeléctrica de Cataluña.

15.03 Me caigo en una zanja abierta por la Compañía de Aguas de Barcelona.

15.04 Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Telefónica Nacional.

15.05 Me caigo en una zanja abierta por la asociación de vecinos de la calle Córcega.

15.06 Decido prescindir del plano heliográfico ideal y caminar mirando dónde piso.

19.00 Llevo cuatro horas caminando. No sé dónde estoy y las piernas no me sostienen. La ciudad es enorme; el gentío, constante; el ruido, mucho. Me extraña no encontrar los monumentos habituales, como el Cenotafio de la Beata Madre Pilar, que podrían servirme de referencia. He parado a un peatón que parecía poseer un nivel de mansedumbre alto y le he preguntado dónde podría encontrar a una persona extraviada. Me ha preguntado qué edad tenía esa persona. Al contestarle que seis mil quinientos trece años, me ha sugerido que la buscara en el Corte Inglés [...]

21.30 Basta . No puedo dar un paso más. Mi deterioro físico es considerable. Se me ha caído un brazo, una pierna y las dos orejas y la lengua me cuelga tanto que he tenido que atarla al cinturón, porque ya me llevo comidas cuatro plastas de perro y un número indeterminado de colillas. En estas condiciones, es mejor aplazar hasta mañana las pesquisas. Me escondo debajo de un camión, aparcado, me desintegro y me naturalizo en la nave.

21.30 Recargo energético.

21.50 Me pongo el pijama. La ausencia de Gurb pesa en mi ánimo. Después de pasar juntos todas las veladas desde hace ochocientos años, no sé cómo matar las horas que preceden al sueño. Podría ver la televisión local o leer una entrega de las aventuras de Lolita Galaxia, pero no tengo ganas. No me explico la ausencia de Gurb, y menos aún su silencio. Nunca he sido un jefe intransigente. Siempre he dejado a la tripulación, es decir, a Gurb, plena libertad para entrar y salir a su antojo (en horas de permiso), pero si no va a venir o sabe que va a llegar tarde, lo menos que podía hacer, por consideración, era avisar.

MENDOZA, Eduardo: Sin noticias de Gurb. Seix-Barral, 7-14.

Última actualización: 2004-03-05