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11.1 Tengo una idea para un corto Todo el mundo tiene ideas. Todos conocemos a alguien que alguna vez nos ha dicho que le ha sucedido algo increíble o que la historia de su vida, o la de su familia, darían para una película. Sin embargo, sólo un reducido número de personas se deciden a utilizar su tiempo en desarrollar fílmicamente estas ideas; menor es el grupo de gente que controla las normas de escritura cinematográfica y muchos menos aún son los que superan las primeras fases de este laborioso esfuerzo. Una idea es algo etéreo e inconsistente, algo menos que una semilla. Pero es el principio. SIEMPRE hay que apuntar las ideas, por ello parece adecuado para aquellos que tengan el gusanillo del cine entre las venas llevar un bolígrafo o un lápiz y un papel encima. Nada hay más frustrante que recordar que se ha tenido una buena idea y que se ha olvidado. Si apuntáramos todo lo que nos sorprende, nos llama la atención o se nos ocurre espontáneamente, obtendríamos al día ideas para cientos de historias de las que quizá valdría la pena desarrollar una o ninguna. Ciertamente, parece sensato ser modestos: no podemos creer que por el simple hecho de que se nos ocurra algo, esa idea es de por sí interesante como para invertir un esfuerzo y un tiempo en llevarla adelante. Una idea no es una historia y llegar a alguna conclusión necesita recorrer una serie de pasos.. Primer paso. Intentemos obtener una historia de esa idea. Invirtamos unas horas, unos días, unas semanas, en convertir esa pequeña anécdota, frase o situación en un boceto de historia. Pueden darse tres circunstancias:
Segundo paso. Dejemos leer o contemos nuestro proyecto a otras personas, amigos, conocidos y familiares para obtener algunos juicios y valoraciones. Cuando algo nos ha costado llevarlo a cabo nos resulta más difícil valorarlo negativamente. Sea cual sea la respuesta obtenida, sólo hay una vía a seguir: hay que trabajarlo más, ya sea para mejorar lo rechazado o ya sea para no conformarse con los halagos (lo normal es que los amigos y familiares nos apoyen entusiasmados, pero ello no debe cegarnos). La clave es el trabajo. En el mundo del cine el 99 % trabajo y el 1 % restante inspiración. Tercer paso. Creer en las normas establecidas en la industria. Somos libres para pensar que estamos haciendo algo tan novedoso que podemos ignorar las reglas, pero esto sólo suele ser la consecuencia de un exceso de soberbia. En el 90 % de las ocasiones en que alguien defiende un trabajo argumentando que las normas están para saltárselas es porque no ha sabido utilizarlas para hacer mejor su labor. En el contexto de este texto, debes remitirte al bloque sobre guión y a su bibliografía (9) y después empieza a escribir tu proyecto. Recuerda: las normas están para saltárselas cuando ya se dominan. Cuarto paso. Ya has escrito tu guión. Léelo, considéralo y vuelve a escribirlo. Hasta que no hagas varias versiones no conseguirás reducirlo a su esencia, a lo verdaderamente ameno e interesante que quieres transmitir. Haz tres, cuatro, cinco versiones aún así, seguro que siempre habría sido mejor hacer una nueva revisión. En el cine español la media es hacer cinco versiones por cada guión de largometraje. Vas a hacer un cortometraje, cuya definición oficial es: un relato audiovisual que dura entre un segundo y 59 minutos con 59 segundos. A partir de la hora ya se considera largometraje. La duración más conveniente para un corto es de máximo veinte minutos, si realmente estamos narrando algo muy, muy interesante. Si somos lo bastante humildes como para aceptar que estamos empezando y aún no dominamos el lenguaje, es prudente limitarse, como mucho, a los diez minutos de duración. No pongamos trabas a nuestra imaginación, pero seamos realistas y consideremos los medios de que disponemos. La única cortapisa que no debemos permitirnos es la autocensura, el mayor enemigo de la creatividad. No nos dejemos limitar por los prejuicios y los tabúes. |
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