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2.3 Expresionismo
Antes de precisar un movimiento cinematográfico, el expresionismo fue una corriente pictórica, iniciada en 1911, cuando fueron expuestos en la muestra de la Secesión berlinesa los cuadros de varios representantes del fauvismo, una tendencia pictórica que practicaron artistas como Matisse. A partir de esa fecha, diversos creadores alemanes aplicaron en el lienzo los principios de dicha vanguardia, fortaleciendo la expresividad de sus pinturas, estilizando en cada trazo el estado particular de su sociedad y de sus propias inquietudes personales. De ahí que figuras como Ernst Ludwig Kirchner, Emil Nolde y Otto Dix desatendieran los elementos formales de su obra para privilegiar la inmediatez de las emociones, el sentido amargo e incluso trágico de sus criaturas y la excitación social promovida durante el periodo de entreguerras. A ese mismo fin se aplicaron muy pronto músicos, narradores y dramaturgos.

Con todo, la referencia pictórica no es casual cuando se habla de expresionismo cinematográfico. A diferencia de lo que sucede con otros movimientos, esta corriente no se fundó en una filosofía peculiar, común a todos cuantos en ella participaron. Muy al contrario, los cineastas expresionistas -en particular los alemanes- hallaron en su estética el elemento común. Por esa razón, el estudio inicial de esta fórmula se mueve entre dos ejes: el uso de los decorados y la cualidad tenebrosa de su fotografía. Rodados siempre en estudios, los filmes expresionistas enfatizaban la inquietud más sublime a través de todos los elementos a su alcance, desde el maquillaje hasta los movimientos de cámara, pasando por un tipo de ambientación deliberadamente artificial, a veces desfigurada, como si el fotograma fuera un marco sobre el que delinear esa gama de contrastes.

El título que inauguró dicha tendencia fue El gabinete del Dr. Caligari (1919), de Robert Wiene, donde el cineasta tomaba el camino de la distorsión, tanto a la hora de ofrecer su imagen de los personajes como al plantear el torturado diseño de los decorados. Como era notorio en otros títulos de este conjunto, la obra de Wiene también se apoyaba en las claves filosóficas de aquella sociedad tan convulsa, que fue luego marco del ascenso del Partido Nazi.

Otro representante del expresionismo, Paul Wegener, animado por las nuevas posibilidades técnicas a su disposición, creyó posible que su actividad artística penetrase en el campo de la cinética pura y del lirismo óptico. Esta apuesta por lo irracional abarca otra de las cualidades de este movimiento: su reflejo de lo siniestro como fórmula arquetípica de la tradición cultural germana. En este afán, no ha de extrañar la presencia habitual de los ingredientes más comunes del romanticismo alemán, como sucedía en El estudiante de Praga (1913), dirigida por Stellan Rye y Paul Wegener, e inspirada en escritos de Von Chamisso y Hoffmann. Paul Wegener fue un actor y director de cine muy activo en esos años. A este respecto, cabe mencionar otro filme, El Golem (1920), codirigida por Wegener y Henrik Galeen, cuyo guión escenificaba la novela homónima de Gustav Meyrinck.

 




El gabinete del Dr. Caligari


El Golem


Fuente fotografías:
© García Fernández, Emilio C. Historia ilustrada del cine español. Madrid: Planeta, 1985.
Archivo Emilio García.