A pesar de
todo esto, la mujer disfrutaba de una gran consideración
dentro de la familia y desde la época imperial disponía
de un grado de libertad, mayor que las mujeres de otras
sociedades de la antigüedad. Llevaba una intensa
vida social propia (salía a comprar, participaba en
banquetes e incluso trabajaba en oficios que no se
consideraban masculinos) y acompañaba al marido a actos
oficiales o espectáculos.
"¿Me
preguntáis porqué no quiero tomar por esposa a una
mujer rica? pues porque no quiero ser tomado por
esposo." (MARCIAL VIII, 12,
1-2) |
Además
mantenía cierta autonomía económica puesto que el modelo
de matrimonio más común le permitía recuperar la dote en
caso de divorcio.
"La mujer
con dote gobierna a su marido" (HORACIO,
Odas.,
3) | |