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CONTROL DEL INSTINTO DE AGRESIÓN.
En algunos animales se conserva la especie con actitudes agresivas.
En otros se conserva mediante la huida u otros medios defensivos.
Nuestro caso responde al primer tipo. En los animales el instinto
de agresión siempre es bueno, en el sentido de ordenado a la conservación
de la especie. En
el hombre puede convertirse en pasión (instinto hacia el mal). Usamos
palabras varias: ira, enojo, enfado, rabia, etc. De un modo u otro
queremos agredir, hacer daño, herir y hasta matar. También hay palabras
varias para designar el freno a esas pasiones: mansedumbre, paciencia,
calma, etc. Pero el instinto de agresión (apetito irascible) puede
reorientarse por la voluntad hacia la conquista del bien, a la superación
de nuestros defectos, a alcanzar metas arduas. También hay expresiones
varias: coraje, ánimo, perseverancia, crecerse ante la dificultad,
no desfallecer, etc. Una etiqueta adecuada para el valor de controlar
nuestros impulsos agresivos, ciegos tanto hacia el bien o hacia
el mal, sería "mansedumbre-coraje". El lenguaje ordinario
no dispone de una sola palabra única que una ambos aspectos.
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