En 1971, V.
R. Potter utilizó por primera vez la
palabra bioética. A ella se refirió como
el diálogo entre la cultura
científica y la humanística. En
la bioética se unen los valores éticos
de la Sociedad y los hechos biológicos
conseguidos por los científicos. Aunque
la ciencia es imparable, en 1974 se
acordó la interrupción de los trabajos
realizados con ADN recombinante. Fue la
primera respuesta bioética. Con esta
interrupción los científicos se
plantearon hasta dónde podían o querían
llegar en el estudio con el ADN. En 1975
se convocó la Conferencia de Asilomar.
En ella se pusieron las bases para el
trabajo de la manipulación genética.
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Día a día, la Ciencia y la Tecnología
avanzan y se adelantan a las normas
jurídicas. Una vez conseguido un avance
científico, su aplicación es inmediata.
La Sociedad, a través de los medios de
información, examina ese avance y lo
critica, lo apoya o lo rechaza. Sin
embargo, en Biotecnología, ¿se puede
(o se debe) actuar así? Al crear un
organismo transgénico se introduce un
gen que no ha coevolucionado con el
resto del genoma y se desconocen las
consecuencias que esto puede derivar.
Basándose en esta última idea, en
1992, en la Convención para la
Biodiversidad se establecieron una serie
de reglas de valor universal que se
pueden resumir en lo siguiente:
"Sólo puede realizarse una acción
(en la Naturaleza) si se ha demostrado
la ausencia total de riesgos".
En 1993, el Comité Internacional de
Bioética de la UNESCO estableció unas
normas para evitar que la Biotecnología
atente contra la dignidad humana. Pero,
¿cómo puede la Biotecnología atentar
contra la biodiversidad o contra la
dignidad humana?
Los organismos genéticamente
modificados se crean para resistir
plagas, herbicidas o condiciones
extremas. Por esto, son más fuertes que
otras especies naturales. Al competir
unas y otras por los recursos podría
ocurrir que desaparecieran las especies
naturales.
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La Biotecnología puede ayudar a curar
enfermedades, pero para ello hay que
trabajar con el ADN humano, secuenciarlo
y conocer su función. Supongamos que se
recoge ADN de una población y se detecta
en algún idnividuo genes relacionados
con el desarrollo de un cáncer. Si esos
datos se hacen públicos, esa persona
tendría muy difícil cosas tales como
conseguir un trabajo duradero, obtener
un seguro de vida o, simplemente, formar
una familia.
Con los datos que se obtuvieran de la
secuenciación de ADN se podría elegir el
tipo de hijo que se desea, no sólo que
careciera de taras genéticas, sino que
se podría escoger el color de ojos, de
la piel, complexión, etc.
La legislación actual impide que los
seres humanos sean considerados objetos
de compra-venta, pero las compañías
biotecnológicas pueden patentar parte de
un ser humano, como son los genes, las
células y los tejidos, así como la
posibilidad de patentar los procesos
para la creación de estas partes. Podría
parecer que los intereses de mercado
están por encima del individuo o de la
Humanidad.
Sólo teniendo valores éticos firmes e
información veraz se puede controlar la
aplicación de los avances
biotecnológicos.
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