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SUBSIDIARIDAD
Hay sociedades humanas de todos los tamaños y en toda actividad.
En lo político encontramos estados como Mónaco (ciudad), Andorra
(comarca), Bélgica (región), España (tamaño standard), Brasil (continente).
Hacia adentro, el estado es soberano (autoridad suprema). Hacia
afuera es independiente. No rige el mismo criterio para asociaciones
culturales, sanitarias, deportivas, etc.
No
puede encontrarse un valor que justifique la existencia de los casi
200 estados en el mundo, soberanos e independientes. Su existencia
sólo se debe a innumerables guerras y conflictos, y por ende a la
ley del más fuerte. No hay soporte axiológico para los pseudovalores
de soberanía e independencia. Si los hombres nos atuviésemos al
valor Subsidiaridad, las asociaciones políticas se armonizarían
como las federaciones de fútbol, por ejemplo (clubs locales, federaciones
comarcales, regionales, tamaño standard, continentales, mundial).
Ninguna es totalmente soberana ni totalmente independiente. No habría
guerras ni conflictos políticos y viviríamos en paz.
Sólo habría una frontera que no se podría traspasar sin pedir premiso:
el timbre para entrar en un domicilio familiar. Es la única frontera
no artificial. Se funda en Genodulia. Las demás deben ser totalmente
permeables; sólo tienen sentido para delimitar competencias según
el territorio o la población.
La única experiencia conocida de Subsidiaridad es el proceso de
gestación de la Unión Europea, en que los estados originarios ceden
competencias hacia adentro (autonomías, regiones) y hacia afuera
(autoridades supranacionales). No desaparecerán los estados actuales;
retendrían las competencias que les correspondan por su tamaño.
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