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7.6 La difusión de la cultura
La misión cultural y, podría afirmarse también, pedagógica coexiste con los objetivos complementarios de informar y entretener a los televidentes. A través del más de medio siglo de historia del medio televisivo, diferentes programas, cadenas públicas y, más recientemente, canales temáticos especializados han procurado dotar a la oferta televisiva de contenidos culturales al alcance de un amplio público.

Hacia finales de los años 60 comenzó en Europa Occidental lo que muchos estudiosos han bautizado como “la etapa de oro de la televisión pública”. Fue una época en la cual la lógica de democratización social y la función pedagógica alumbraron parte de la concepción de programas de carácter cultural con el ánimo de llegar a los sectores intelectuales más activos.

Efectivamente, entre mediados de la década del ’60 y principios de los años 80, tuvo lugar la implantación a nivel nacional de la primera generación de canales culturales. BBC-2 (Gran Bretaña), TVE-2 (España), ARD-3 (Alemania), FR-3 (Francia), RAI-3 (Italia)... son las segundas y terceras señales de los entes públicos de radio y televisión que tendieron a una diversificación de los contenidos programados con una fuerte componente de carácter cultural (música, cine, literatura, artes plásticas, etnografía, etc.).

En los EEEUU, en un contexto de desarrollo del medio televisivo bastante diferente del europeo, un conjunto de emisoras, con el beneplácito de la Administración demócrata, creó a finales de los años 60 la red de emisoras llamada Public Broadcasting System (PBS) como alternativa a la oferta de las tres principales networks, en verdad una oferta basada en su conjunto en el entretenimiento y cada vez más uniforme debido al imperativo de reunir grandes audiencias frente al televisor.

En las últimas dos décadas del pasado siglo se dio un fenómeno de doble dirección. Por un lado, la competencia cada vez más encarnada entre las televisiones generalistas, salvo contadas excepciones, relegó a los programas culturales a espacios cada vez más marginales en la parrilla de programación. Por otro, surgieron en distintos países canales temáticos dedicados a diversos aspectos de las culturas. Estas señales con vocación internacionalista llegan a todos los rincones del planeta a través de las plataformas digitales de televisión.

El abanico de contenidos de la programación cultural es amplio. Resaltemos que, con una clara vocación pedagógica se han “adaptado” a la televisión grandes obras de la literatura universal (dramáticas, biográficas o históricas) a la pequeña pantalla. La televisión británica se ha destacado en este campo, como se recordará, por el todavía célebre caso de Yo Claudio. En el caso español aún todavía se recuerda la exitosa (y polémica) serie de dibujos animados realizada a partir de la célebre novela de Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha. Esta original adaptación cuenta con 39 episodios de 26 minutos de duración cada uno, que fueron emitidos por primera vez en TVE durante la temporada 1979-1980.

Otra veta de la televisión cultural son los documentales dedicados a la flora y la fauna. Un ejemplo que marcó un hito en la historia de los documentales televisivos es el de las expediciones del equipo comandado por Jacques Cousteau. A bordo del Calypso, Cousteau hizo conocer a millones de telespectadores de todo el mundo el apasionante, y hasta entonces desconocido, mundo submarino a través de setenta filmaciones para televisión. En España, fue Félix Rodríguez de la Fuente quien a través de sucesivos y exitosos programas (“Félix, el amigo de los animales”; “Fauna ibérica”; “Aventura”; “Planeta Azul” y “El hombre y la tierra”) dio a conocer la belleza del mundo animal autóctono.

Por último señalemos la compleja relación entre el mundo de los libros y la televisión. Pese a los bajos índices de audiencia que suelen acompañar a los programas de divulgación y crítica de libros, hay honrosas excepciones. ¡Ahí está el célebre Bernard Pivot de la televisión francesa para demostrarlo! Durante sus casi tres décadas de labor en la dirección y producción de programas (“Ouvrez les guillemets”; “Apostrophes”; “Bouillon de culture”) ha sido considerado como el más influyente divulgador de la literatura y el pensamiento en la televisión pública.  Aunque sin llegar a este nivel, en España muchos de los niños de los años 60 guardan un entrañable recuerdo de la presentadora María Luisa Seco quien dedicaba un espacio de su programa vespertino a la difusión e incentivo de la lectura entre los más pequeños.