Introducción En los últimos años nos hemos ido familiarizando
con un concepto que suena bastante hostil. Nos referimos a la denominada
"guerra de audiencias".
La audiencia es el motor de las televisiones. Los anunciantes pagan por los espacios
publicitarios, y el valor de dichos espacios se establece en función de
la cantidad de posibles consumidores que sea capaz de concentrar ante
el televisor: la audiencia,
aunque existen -las veremos- otras formas
de financiación, pero todas ellas persiguen satisfacer el interés de la audiencia, escurridizo concepto entendido de múltiples
maneras.
Para conseguir alcanzar la máxima eficacia en
términos de audiencia, un grupo muy especializado de profesionales, los
programadores televisivos, se encargan de estudiar, de analizar a
la audiencia y a la competencia y de establecer las mejores estrategias
para captar y mantener al mayor número de espectadores fieles a sus propuestas
televisivas.
Para conseguir lo anterior, se valen de los
contenidos -los programas-
que diseñan y ordenan en parrillas
de programación siguiendo una reglas más o menos establecidas pero
que, sin embargo, no garantizan el éxito.
¿Te interesa? ¡Pues entonces bienvenido al centro
de decisiones de la criatura!
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