|
Inicio
> Cine > 4
Géneros cinematográficos > 4.10 Histórico
4.10 Histórico
Al igual que sucede con la novela y con cualquier otra obra narrativa,
el cine forma parte de la documentación susceptible de ser catalogada
e interpretada por los historiadores. Obviamente, una película
ofrece un punto de vista ideológico en torno a la realidad -pasada
o contemporánea- reflejada en su guión. Pero sería
engañoso definir el género llamado histórico
como un complemento viable y eficaz de las monografías y ensayos
donde la historia se relata y analiza. El género histórico
no es otra cosa que un producto imaginativo, derivado del folletín,
donde se da forma al pasado hasta componer el telón de fondo de
una aventura o de un melodrama.
Para comprender esta fórmula, basta con entender algunas de sus
contradicciones: los personajes de las películas históricas
muy raramente reflejan la moral de su tiempo. Antes al contrario: siempre
ofrecen comportamientos con los que puede identificarse el moderno espectador.
Así, en Braveheart (1995), de Mel Gibson, se glosaban ideas
como la libertad en un sentido que hubiera sido del todo imposible en
el Medioevo escocés. En este sentido, todo filme histórico
es necesariamente anacrónico, pues de otro modo no podría
ajustarse a las reglas del moderno drama y al interés del público
contemporáneo.
Otra cualidad interesante del género es que, a pesar de esa falacia
de su reflejo, acaba por fijar los estereotipos del pasado. De hecho,
al igual que sucedió en otro tiempo con las novelas de Walter Scott
y Alejandro Dumas, nuestra idea de la Edad Media, de la Revolución
Francesa o incluso de las guerras mundiales, está filtrada a través
del cine, mucho más influyente en su divulgación que cualquier
otro medio. En algún caso, los críticos hablan de fidelidad
en la reproducción del pasado, pero ello también supone
un error, puesto que esa fidelidad sólo suele limitarse al vestuario,
los decorados y la situación general de la trama. El cine no puede
reproducir el lenguaje del pasado sería incomprensible para
el espectador medio- ni su moral resultaría chocante o escandalosa,
e impediría la identificación con el héroe-, y tampoco
puede contextualizar la ideología de la época, pues ello
exigiría un espectador tan especializado en la materia que haría
inviable económicamente una producción. En todo caso, el
género histórico provee una ilustración de época,
un bosquejo de lo que fue ese pasado, pero siempre actualizado en sus
maneras y en su impresión humana.
Los tres momentos históricos que han inspirado en mayor grado al
género son la antigüedad greco-romana, la Edad Media y la
Segunda Guerra Mundial. Al cine ambientado en el primer periodo se lo
llama peplum o cine de romanos, y a él corresponden títulos
tan significativos como La caída del Imperio Romano (The
Fall of the Roman Empire, 1964), de Anthony Mann, Espartaco (Spartacus,
1960), de Stanley Kubrick, y Gladiator (2000) ,
de Ridley Scott. Como es obvio, un largometraje como Ben Hur (1959),
de William Wyler, no ofrece una visión realista de dicha etapa,
pero nadie puede negar su influencia a la hora de fijar sus imágenes
más divulgadas.
El cine bélico, o cine de guerra, se ha preocupado principalmente
de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, a través de
películas como La batalla de Midway (Midway, 1976), de Jack
Smight, y Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998), de
Steven Spielberg. Más recientemente, la guerra de Vietnam ha sido
revisada desde todos sus ángulos, en filmes como Apocalypse
Now (1979), de Francis Ford Coppola. Si bien el fondo imaginario suele
distorsionar la interpretación histórica, lo cierto es que
filmes como los citados han condensado la perspectiva popular sobre los
conflictos que mencionamos.
|
El halcón y la flecha (1950),
de Jacques Tourneur.
Espartaco (1960),
de Stanley Kubrick.
Apocalypse Now (1979),
de Francis Ford Coppola.
Fuente fotografías:
Historia Universal del Cine. Madrid. Fascículos Planeta.
1982. Varios tomos.
|
|