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4.5 Cine negro
En líneas generales, el denominado cine negro, o cine
policiaco, establece sus argumentos en torno a la lucha contra el crimen.
Dentro de dicho ámbito, esta gama de producciones ha fijado un abanico
de estereotipos y convenciones de origen literario, inspirados en las novelas
que, en torno a la misma temática, han venido escribiéndose
desde comienzos del siglo XX. Entre los tópicos más frecuentados
por el cine negro figuran el detective sagaz pero de vida desordenada, los
mafiosos que amenazan el orden legal, el policía sometido a las tensiones
de una sociedad corrupta, y la mujer fatal, atractiva y seductora aunque
peligrosamente cercana al lado más turbio de la vida.
Por su ambientación fotográfica y escenográfica, el
cine negro delata su vinculación al expresionismo alemán,
del cual tomó los toques de estilización tenebrosa, los contraluces
y el tono sombrío de sus decorados. En lo que concierne a sus implicaciones
ideológicas, cabe destacar que el género tiende a alejarse
del maniqueísmo, optando por una perspectiva fatalista de la realidad.
En buena medida, los personajes de esta variedad cinematográfica
son antihéroes, cuyo triunfo en la vida es siempre aparente.
La evolución del cine policiaco ha sido condicionada por la incorporación
de elementos de misterio y acción, dando lugar al denominado thriller,
que se caracteriza por su tono híbrido, acogiendo ingredientes procedentes
de otros géneros. No obstante, para fijar la esencia de este orden
de producciones conviene atender al momento en que se dio nombre al género.
Fue en 1945 cuando el francés Marcel Duhamel diseñó
para la editorial Gallimard una colección de novelas policiacas,
a las que su amigo, el guionista Jacques Prévert, denominó
Série Noire (Serie Negra), inspirándose en el
nombre de una revista norteamericana del mismo tipo, llamada "Black Mask".
La primera etapa del cine negro se caracteriza por su reflejo de la lucha
contra el crimen organizado, patente en El enemigo público
(The Public Enemy, 1931), de William Wellman, Hampa dorada (Little
Caesar, 1931), de Mervyn LeRoy, y Scarface, el terror del hampa (Scarface,
Shame of a Nation, 1932), de Howard Hawks. Inspirándose en los modelos
novelescos del género, Hollywood proporcionó obras maestras
como El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941), de
John Huston, Historia de un detective (Murder, My Sweet, 1944), de
Edward Dmytryk, El sueño eterno (The Big Sleep, 1946) ,
de Howard Hawks, Perdición (Double Indemnity, 1944), de Billy
Wilder, y El cartero siempre llama dos veces (The Postman Always
Rings Twice, 1946), de Tay Garnett.
A medida que el género fue avanzando en el tiempo, las dosis de violencia
y fascinación erótica fueron haciéndose más
evidentes, como queda de manifiesto en filmes al estilo de Al rojo vivo
(White Heat, 1949), de Raoul Walsh, La jungla de asfalto (The Asphalt
Jungle, 1950), de John Huston, La casa de bambú (House of
Bamboo, 1955), de Samuel Fuller, Mientras Nueva York duerme (While
the City Sleeps, 1956), de Fritz Lang, Anatomía de un asesinato
(Anatomy of a Murder, 1959), de Otto Preminger, y La ley del hampa
(The Rise and Fall of Legs Diamond, 1960), de Budd Boetticher.
A partir de la década de los setenta, el género en estado
puro tendió a desaparecer. No obstante, algunos cineastas rescataron
sus elementos esenciales, variando la ambientación e incluso proyectándola
hacia el futuro. A esta corriente revisionista, no exenta de obras maestras,
pertenecen títulos como Chinatown (1974), de Roman
Polansky, Fuego en el cuerpo (Body Heat, 1981), de Lawrence Kasdan,
Blade Runner (1982), de Ridley Scott, y L.A. Confidential
(1997), de Curtis Hanson.
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