 Crucigrama sobre la oratoria
romana
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La oratoria consiste
básicamente para los antiguos el arte de persuadir
hablando correctamente. Su enseñanza y técnicas se
denominan retórica. En Roma, siguiendo los modelos
de la Atenas clásica, la oratoria adquiere una
enorme
importancia. |
A partir del s. II a. C. Roma
acoge un gran número de rétores griegos, a la vez que
los romanos de pro viajan a Grecia a aprender las
técnicas de la oratoria. En esta época los discursos más
brillantes se pronuncian en el senado, verdadero centro
de decisión de la vida pública de Roma, donde las dotes
de persuasión en el ejercicio de la oratoria son
determinantes para el éxito político de todo romano.
La dicción
esmerada y culta da origen a muchos de los tropos
literarios, que aún hoy en día se llaman también figuras
retóricas. Estas figuras hacen de la oratoria uno de los
géneros más difíciles y elaborados.
La oratoria suele clasificar los discursos
en tres tipos: deliberativo,
en el que se intenta convencer a alguien de que
haga o deje de hacer algo, judicial, en el que se
defiende la inocencia o culpabilidad de alguien y
el demostrativo, en el que se elogia o critica a
alguien. |
 Comenta unos discursos de
Cicerón
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El
representante más ilustre fue sin duda Cicerón (106 - 43 a. C.)
con una gran cantidad de discursos de los tipos
expuestos arriba. Entre estos destacan las
Catilinarias, conjunto de tres discursos
pronunciados en el Senado en el año de su Consulado (63
a. C.). Tras la muerte de Cicerón ningún orador
alcanzaría su valor. Pero destacamos a un
hispanorromano, Séneca el
Viejo (55 a. C. - 40 d. C.), padre del filósofo.
Escribió unos discursos como ejercicio para enseñar la
técnica de la oratoria llamados Controversiae o
Controversias y Suasoriae
o Discursos de disuasión. Los oradores
continuaron existiendo hasta el final de la
latinidad.
Desde el año 81 a. C. con la Rhetorica
ad Herennium de autor desconocido se elaboran en
latín diversos manuales que sientan las bases de este
género literario que tuvo una importancia capital en la
literatura y en el propio desarrollo de Roma. Cicerón escribió varias obras (De
oratote "Sobre el orador", Orator "El
orador") que suponen manuales de uso de la oratoria,
basados en la retórica griega.
Con la llegada del Imperio la importancia del
Senado disminuyó y con esta la de la oratoria política,
que había supuesto la cumbre del género con Cicerón en
Roma y Demóstenes en Atenas (s. IV a. C.), pero la
oratoria permaneció en la cúspide de la formación de
todo ciudadano. En las ciudades importantes había
escuelas de retórica. En la de Roma en la época de los
Flavios enseña retórica el calagurritano Quintiliano, quien compone una obra crucial:
Institutio oratoria o Instrucción del
orador, que supone la culminación de los tratados
sobre retórica escritos en latín, además de uno de los
primeros libros con clara vocación
pedagógica.
El último gran tratadista es Tácito, el historiador de finales del s. I
d. C., quien compone el Diálogo de los
oradores.